11/1/14

Estancarse en tránsito

No era fácil darse a entender, ya el tiempo aislada había dejado estragos y el idioma (aunque era el materno) parecía una lengua nueva. No era fácil, ahí nerviosa y tan cerca de la prueba tangible que el pasado fue real. No logró, tras varios intentos, concretar una sola idea, mucho menos que su humor se transmitiera, obtener una risa por lo mismo que ella por dentro se carcajeaba.

"Bu!" Un par de ojos verdosos le observaban ligeramente arriba de los propios. Una sonrisita inocente, largos colochos rubios y la manita miniatura sacudiéndose. Le contestó el saludo sin emitir sonido, y la miró fijamente. La pequeña criatura sonreía, esperando una reacción animada. No pudo devolverle la euforia, la interacción humana ya le era complicada en sí, y la misma con infantes le era imposible. Tampoco pudo terminar la reflección sobre ese último mes de ensueño, o sobre los personajes que había visto, los mares de nostalgia que le habían provocado.

Los seres a su alrededor parecían todos comprender en su totalidad lo que sucedía, los ruidos, las máquinas, las voces por los altoparlantes diciendo números y nombres de ciudades. Los seres a su alrededor delataban la verdadera posición en la que se encontraba, le recordaban todo lo que no pudo decir o hacer, el mundo que solo ocurría del cráneo para adentro. Y no quería enfrentarse a eso, admitir que nadie estaba lo suficientemente cerca como para alcanzar a escuchar su relato en susurros, para notar que la fiebre aún no bajaba, que se había quedado cual bote anclado en la noche, el auto y las palabras que no salían.
Y no lo haría, escuchó la voz que la enviaba a otra puerta, guardó las teclas y se dirigió despacio a sentarse donde pudiese hundirse en comodidad dentro del desierto y enterarse cómo seguía el descubrimiento del refugio, con la caja de herramientas y los planos...

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Decime que vendés y te digo cuanto te pago.