27/11/13

Esa mezcla pastosa, ya saben, martes

¿Acaso le temen realmente? ¿Acaso la ven como una amenaza? ¿como una existencia molesta?
Desencadenó la estructura metálica despacio, derrotada. Terminó de guardar en el morral las llaves y el encendedor, se acomodó los lentes y trepó, derritiéndose sobre si misma.
Empezó despacio y torpe, como siempre, y siguió de largo frente a la vitrina (mas por timidez que otra cosa). Otra tarde que salía mal, otra persona que fallaba.
¡Terrible humanidad! se decía, mientras se le mezclaban lágrimas y sudor bajo las gafas ¡Terrible y asquerosa humanidad!

Mientras sudaba se iba preguntando la razón específica para tanta derrota, para todo ese olvido que iba coleccionando en una cajita ("Amigo, unir al mundo" ¿te acuerdas?). Siempre los motivos tangibles eran diferentes, siempre los seres y sus situaciones cambiaban, las excusas cambiaban, incluso las maneras e interpretaciones; pero siempre la nena que derrotada regresaba a casa, sin poder conseguir un abrazo en el camino.
Esta vez había sido un fin de semana largamente esperado, con tres celebraciones consecutivas y un día de descanso. La primera se había limitado a una noche de alcohol y cartas, no al fin decepcionante, pero si reducida; la segunda una tarde con ella, a la que él se había sumado. Pero la tercera, la que implicaba el mundo de afuera (donde hay gente), había cerrado de una manera muy extraña una hipótesis vieja: no les interesa.                                                                       ay, pobrecita
No imaginaba en su pedalear despacio por la sombra, tratando de disimular sin ganas las gotas saladas que le corrían por la cara, que se encontraría -tras volver a ver esa energía que lo hacía valer- bajo la lluvia y sin ruedas ni pedales.

Claro, siempre es peor que te la roben. Busquemos un estacionamiento, se puede arreglar.

Ridículo, completamente ridículo; pensó, mientras respiraba hondo y arrugaba la cara para que no se salieran las putas (las malditas). Pero ella no era tonta y reconocía el tono en la voz. Abigail, acompañando a Abigail y ella (de nuevo derrotada).
No podía terminar de procesar cómo, justo cuando reaparecía una (tan anhelada) compañía, sufría la otra. -Y tocayas para más joder.

¿Qué te tomás? El 140 me deja en mi casa, y aquí para el 109, creo que te deja.

¿Transporte público, en serio? ¿Gente que mueve gente para que vaya donde hay gente? Mierda que todo estaba mal, pero no pensó que fuera tan serio. ¿Sería que estaba llegando al pico? ¿Al tan mencionado límite, frontera de fronteras? ...después de todo, no había existencia después de Abigail. Se le escapó una risita al pensar en explicarle a la señorita el verdadero origen de su sobrenombre. Intentó concentrarse seriamente, pensar en que otro pasaba cerca y la dejaba mejor, pero no logró siquiera decirle que se tomaran el próximo que pasara; aún no terminaba de procesar lo sucedido y el alcohol no le estaba ayudando. Pensó en el largo viaje y los posibles destinos, pero se rindió frente a la lucecita blanca "libre". Vamos a tu casa y luego voy a la mía, y no mencionemos lo poco que me conviene dar esa vuelta.
Abigail sonrió y abrió la puerta.

Pasá vos primero, que te bajás después.

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Decime que vendés y te digo cuanto te pago.